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No decidas colores al atardecer

   

No decidas colores al atardecer

La percepción del color cambia durante el día. Lo que hay que saber sobre cómo cambia la incidencia de la luz del sol.

por Tad Simons

¿Esa pared es de color amarillo, beige o tostado?

Según la hora del día, puede ser cualquiera de los tres.

Según cambia el ángulo y la intensidad del sol, las longitudes de onda reflejadas alrededor de nosotros desde los objetos van moviéndose a la par. Para que los diseñadores profesionales consideren estos cambios sutiles pero constantes, es bueno entender qué hacen los ojos y el cerebro cuando procesan el color.

Los seres humanos somos ‘diurnos’. Esto significa que nuestros ojos han evolucionado para ver mejor durante el día que durante la noche. Durante el día, tu cerebro pasa mucho tiempo eligiendo ondas de luz y evaluando los llamados ‘sesgos cromáticos’ para determinar ante qué color estamos exactamente.

Según Bevil Conway, profesor adjunto de neurociencias en el Wellesley College de Massachusetts: «Toda fuente de luz natural tiene un sesgo cromático y el cerebro es sorprendentemente bueno descartando este sesgo para determinar el color». Mucho mejor que una cámara, por ejemplo.

La mañana y la tarde tienen un sesgo naranja, mientras que la luz del mediodía bajo un cielo límpido tiene un sesgo azul. Conforme cambia la calidad y el ángulo de la luz, automáticamente el cerebro se ajusta a estos cambios sustrayendo el sesgo predominante (naranja o azul bajo la luz natural) para conservar la percepción precisa del color.

Pero el sistema no es perfecto. Conway explica que donde el cerebro debe trabajar más es durante los períodos de transición desde el amanecer hasta la mañana temprano, y desde el crepúsculo y anochecer hasta la noche, cuando los cambios de luz suceden más rápido.

«Uno de los motivos por los cuales los atardeceres son un desafío tan grande para el cerebro es que podemos ver cómo cambian los sesgos de color», explica Conway. Pero si estás evaluando colores en una habitación, también hay momentos del día en que la percepción que el cerebro tiene del color cambia constantemente. Por ende, son las peores horas para decidir colores.

La experiencia importa. Según Conway, el cerebro no solo usa la información de color inmediata que recibe del ojo en un momento determinado, sino que, además, la compara con una inmensa base de datos de experiencias anteriores para decidir el mejor color. Y explica que, si bien el cerebro puede engañarse, tus experiencias anteriores lo orientan hacia percepciones de color más precisas en el futuro.

 

Consejos para mejorar tu seguridad respecto del color

  • La única forma de estar totalmente seguro de cómo se verá un color en distintas condiciones de luz es observarlo de primera mano. El ángulo y la dirección del sol, así como la cantidad y calidad de luz artificial, pueden influir de manera drástica en la percepción del color. Las habitaciones que dan al norte tienden a crear un sesgo al azul durante el día. Las ventanas que dan al oeste están más afectadas por el naranja del atardecer.
  • Los colores se ven más reales a mitad del día, a la luz indirecta del sol natural. Demasiada luz del sol puede lavar los colores. Sin embargo, demasiado poca tiende a oscurecerlos (mañana y tarde). Los naranjas y los rojos pueden intensificarse con el transcurso del día, y a medida que la luz se hace más tenue, los colores más oscuros se apagan y nos cuesta distinguirlos.
  • Lo que percibimos como ‘colores’ son, en verdad, superficies que reflejan y absorben distintas longitudes de onda de luz. Todo lo que hay en una habitación puede afectar la percepción del color —los muebles, la alfombra, las cortinas, los estantes—. Por esto, la pared blanca de una habitación vacía puede verse dramáticamente distinta que cuando tiene muebles.
  • Usa persianas para controlar la cantidad de luz directa que entra a la habitación: Ábrela y ciérrala y pon especial atención a los cambios de color sutiles. Esto te servirá para anticipar otros cambios de color cuando la luz cambie durante el día.
  • Como la luz natural, la artificial tiene sus propios sesgos de color: Las lámparas incandescentes tienen un cálido tono naranja. Las lámparas fluorescentes brindan una luz fría azul. La luz LED es más blanca y más neutra, pero también se la puede programar para distintas longitudes de onda e intensidades. Esto la hace una opción cada vez más popular para iluminar interiores.
  • La mayoría de los pigmentos no son 100% estables a la luz. Esto significa que, en realidad, se separan ante la exposición prolongada a la luz, en especial a la luz UV. Así, si tienes un objeto o pintura muy colorida, no los expongas a la luz directa del sol, o ubícalos debajo de un vidrio protector de UV.