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Si aprendes los conceptos básicos del “idioma del color”, podrás lograr tus objetivos de decoración.
La tonalidad identifica la familia general a la que pertenece un color; por ejemplo, rojo, amarillo, azul o verde. El círculo cromático tradicional consta de doce familias de colores: rojo, rojo anaranjado, anaranjado, anaranjado amarillo, amarillo, verde amarilloso, verde, verde azulado, violeta rojizo azulado, violeta y violeta azulado.
Los colores que se encuentran frente a frente en el círculo se conocen como colores complementarios. Al combinarse, crean contrastes llamativos. Para que el contraste sea menor, tienes que elegir los colores que se encuentren más cerca entre sí en el círculo cromático, conocidos como colores análogos. Al elegir colores de diferentes tonos dentro de una misma familia de colores, se crea un esquema monocromático.
Los distintos colores que integran una misma familia se pueden describir como “cálidos” o “fríos”. Los colores con un tono de base amarillo darán una mayor sensación de calidez, mientras que el mismo color con un tono de base azul o rojo se verá frío. Los colores fríos (azul, verde, violeta) invitan a la relajación y la reflexión. Por su parte, los colores cálidos (rojo, anaranjado, amarillo) invitan a conversar y a jugar. Los expertos en color de Sherwin-Williams sugieren utilizar colores tanto cálidos como fríos en las habitaciones donde desees contar con equilibrio y diversidad.
El valor describe qué tan claro u oscuro puede ser un color en particular. En los muestrarios de colores de Sherwin-Williams, los valores más claros aparecen en la parte superior, los valores medios en la mitad y los valores más oscuros en la parte inferior. Si combinas los colores de una misma franja del muestrario, podrás crear un esquema monocromático: esta sería la combinación ideal para lograr un aspecto amplio y sofisticado en una habitación.